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Domando a La Marmota, el gran fondo rey de Los Alpes

Ricardo Gómez (38), ciclista aficionado chileno, se impuso un desafío de tono mayor: enfrentar los 174 kilómetros del Gran Fondo La Marmotte, escenario de grandes épicas y una de las etapas reina del Tour de Francia. No lo pasó bien, pero lo consiguió. Aquí su historia.

Fotografía: Gentileza Ricardo Gómez Lobos y organización


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Todo ciclista ha escuchado alguna vez el nombre del legendario circuito de La Marmotte, Francia. Su atmósfera frenética, producto de su heterogéneo y multicultural pelotón son una de sus cartas de presentación, pero lo que sin duda maravilla a todos es la belleza de su curso, que atraviesa el corazón de Los Alpes en un tramo circular de 174 kms.

Cada primer fin de semana de julio, este gran fondo retoma el protagonismo que ha ganado a lo largo de la historia. Por algo es considerada como una de las pruebas reinas del Tour de Francia y ha sido escenario de épicas disputas.

Limitado a sólo 7.500 participantes, conseguir una inscripción para el evento es prácticamente otro hito de ésta. Por algo, el 88% de sus participantes (6.600) provienen de otros lugares del mundo.

Completarla es un asunto complicado. El Glandon, el Telégraph, el Galibier, el Lautaret y, finalmente, el ascenso final del Alpe d'Huez, son sus legendarias cumbres, con 5.000 metros de ganancia en elevación. Por ende, su exigencia es de meses de entrenamiento y miles de kilómetros de subidas acumulados para, al final, hacerse de ella.

Lo más valioso, independiente del crono con el que se cruce la meta, es completarla. Y allí es donde todos terminan con dicha, por haber emulado el desafío que durante años ha engalanado la gran prueba del ciclismo de ruta mundial.


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Ricardo Gomez L., en sus últimos esfuerzo en el ascenso del Alpe d`Huez.


La épica de Ricardo Gómez

1. Km 1: Aunque no lo crean, comencé la carrera en el primer corral, junto a todos los profesionales. Mi buen amigo, el francés BenoitRivals, que participa de la organización como locutor bilingüe, fue quien al verme me metió allí. Me sentía extraño, pues, además, dado a la terrible ansiedad de correr esta clásica Gran Fondo, la noche de la carrera no dormí nada. Esa misma ansiedad me comía ahí, en la largada. Lo gracioso es que, como estaba todo depilado y uniformado, los otros pedaleros de primer nivel me miraban como a un par, pasaba tranquilo como uno. Algo que me marcó fue que al mirar atrás entendí la magnitud de la prueba, con 7.500 corredores respirándome al oído.

2. Km 20:A las 7.00 en punto partió la primera tanda de ciclistas. Todos marchamos a un ritmo de inicio de 45 kilómetros por hora durante los primeros 10 kilómetros. La idea era llegar pronto a la primera meta de montaña, ubicada en Col du Glandon. Al poco andar, de inmediato comenzaron a pasarme los corredores y, en nada, ya estaba metido a la altura del 500º a las faldas del primer ascenso. Me impuse un ritmo medio sin dudarlo, ya que pese a la emoción, sabía que mantener el ritmo de los de adelante era una locura.

3. Km 40:Durante toda la carrera vi un sinfín de ciclistas pasándome, esto a raíz de la decisión de ir a una velocidad cómoda. No me frustré, pero si me dio un punto de referencia para seguir.

4. Km 60:En la cima del Glandon no necesite de abastecimientos. En cambio, emprendí la bajada de inmediato y así ganar tiempo. Era un descenso adrenalínico: son casi 22 kilómetros de bajada y los más experimentados la hacían a una velocidad promedio de 75 km/h, pero yo decidí tener cuidado para evitar cualquier tipo de accidente.

5. Km 90:Ya abajo, en el tramo plano, me uní a un grupo para chupar rueda y resguardar toda las piernas y energías que tenía, así fue hasta llegar a la otra meta de montaña, en el Col du Telégraphe, unos 15 km. más adelante. En seguida, viene un pequeño descanso de unos cuantos kilómetros para tomar luego el ascenso a la mítica meta de Col du Galibier. Ambas cumbres juntas, viendo además una enorme cantidad de ciclistas frente a mí, me insegurizaron un poco en mi rendimiento, dado que ya pasando el Telégraphe sentía los efectos de no haber dormido la noche anterior. Ahí me detuve. Tomé un refresco, comí algo dulce y estuve quiero por unos 15 minutos, y seguí camino a Galibier. Fue duro, pero no por la extensión a esa nueva cumbre, sino por su pendiente y por lo desgastado que llegas a ella, con 100 km. de ascensos y descensos bajo las ruedas. Esta fue la parte más dura, mi ánimo se vino al piso. Apenas pedaleaba a unos 7 ó 9 km/h, cuando debía hacerlo a unos 12 ó 15 por la media… En fin.

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Ricardo Gomez L., con su hija Anabella en la Meta, hidratándose con una merecida cerveza. Con su señora Ana Marie el día antes reconociendo el terreno de la carrera.


6. Km 140: Ya en la cumbre me alimenté, descanse y llegó el segundo aire. Venía una bajada de al menos 50k, que llevaba nuevamente al BourgD'oisans, para tomar la última meta de montaña, Alpes D'huez. Me fui en grupo, maravillado con los paisajes, pese a que el termómetro marcaba sobre los 30º C. Tuve que hidratarme al llegar abajo.

7. Km 160: Se acerca el final. Las primeras cinco curvas fueron un horno, prácticamente sin sombra, y yo, con las piernas desgastadas, tuve que parar algunos minutos para retomar la ruta. Y ahí, como martillando mi conciencia y orgullo, cientos de ciclistas, los mismos que yo había pasado antes, ahora me superaba. Así es el ciclismo.

8. Km 170: Me acercaba a la meta y la imagen de mi hija esperándome se hacía cada vez más vívida. La mitad de la cuesta la superé a un ritmo de mierda, pero seguro. Al llegar al pueblo, el ánimo de los ciclistas que ya llegaron junto al de los espectadores animaban para llegar al final de forma digna y alegre. Ese era el premio, pero aún me esperaba otro mayor: ver a hija y mi familia esperándome, el mejor que he recibido en el ciclismo.